Los seres humanos, equilibrados y realizados, son aquellos que se conocen a sí mismos; se valoran, se aceptan y se aman. Este parece ser el secreto del triunfo en la vida.
–¿Por qué es aquí tan feliz todo el mundo, excepto yo? –preguntó el discípulo.
–Porque han aprendido a ver la bondad y la belleza en todas partes, -respondió el Maestro.
–Y, ¿por qué no veo yo en todas partes la bondad y la belleza?
–Porque no puedes ver fuera de ti lo que no ves en tu interior.
Nadie da lo que no tiene. ¿Está usted de acuerdo?
Los griegos, varios años antes de Jesucristo, pensaban que podían enterarse de su destino a través del famoso oráculo de Delfos. Creían que el dios Apolo quien, según ellos, sabía del pasado y del futuro, les comunicaría todo lo que necesitaban. Era tan famoso este oráculo, que muchos reyes y líderes no se atrevían a declarar la guerra antes de consultarlo. Lo importante de todo esto es que, ya por aquellos años, encima del templo de Delfos, había una famosa inscripción: CONÓCETE A TI MISMO.
El conocerse a uno mismo es el cimiento de una autoestima saludable. El descubrir nuestras fortalezas y debilidades nos permite enfrentar con inteligencia los problemas vitales. Un padre de familia tiene como reto fundamental facilitar el encuentro de su hijo consigo mismo. Lo propio un alto empresario que pretenda convertir a sus colaboradores en líderes.
Las mejores organizaciones del mundo son aquellas que poseen colaboradores con alta autoestima.
Cuentan que un líder espiritual caminaba junto a sus discípulos por un bosque. Cuando iban por el camino, comenzaron a percibir un olor muy desagradable. Pronto se dieron cuenta que un animal yacía expuesto al lado de un árbol.
Los discípulos comenzaron a hablar del pobre perro:
–¡Qué animal más horrible! -comentó uno de ellos.
–Sí, mira ese pelaje tan feo, dijo otro.
–Pero lo peor es el rabo, ¡mírenlo! Qué bueno que lo mataron.
Y así sucesivamente, hasta que llegó el turno del Maestro, quien opinó:
–¿Pueden mirar sus dientes? Son blancos y perfectos. ¡Una obra de arte!
Siempre es así. Aquel que tiene armonía interior irradia armonía hacia fuera.
El triunfo auténtico empieza por dentro. Autoestima, valor de valores.