Diciembre es un tiempo de luces, de alegría, de compras y regalos. De mayor velocidad y estrés, de movimiento comercial permanente, a pesar de la pandemia y de la depresión económica. Un tiempo típico del mes último mes del año. Tiempo de navidad…
Recuerdo el pasaje de la Biblia, en que el evangelista Lucas narra la historia de José y María. Ellos estaban en Belén, allí María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa”. (Lc. 2,7). La primera vez que escuché esta historia pensé: que paradoja tan increíble: se supone que el hijo de Dios, el ser más importante del mundo, no tiene espacio para nacer dignamente. Todo estaba lleno. No hay sitio para lo esencial.
Han pasado más de dos mil años y este fenómeno es recurrente. Nos llenamos la vida de cosas urgentes y no tenemos tiempo para las importantes. Y así vivimos, veinte, treinta, cuarenta años. Somos activistas de nimiedades. Siempre estamos ocupados en cuestiones intrascendentes, dejando de lado lo fundamental. Nuestro día está lleno de actividades y labores desalineadas a lo que verdaderamente importa. ¿Qué tiempo le dedica usted a su familia, en calidad y cantidad? ¿Cuánto invierte en lograr sus objetivos vitales, o la crisis y la edad los difuminaron y ya todo quedó en el olvido? ¿Pertenece usted a algún grupo que mejora la humanidad y busca el bien común, o cree que esto es sólo para desocupados?
Steven Covey en uno de sus libros: “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, afirma que el secreto del triunfo en la vida es “poner primero lo primero”, esto significa que hay que organizar nuestro tiempo jerarquizándolo según nuestras prioridades máximas. Esta navidad nos recuerda que debemos dar espacio a lo que realmente importa. ¿Lo hará, o seguirá comprando regalos?
Navidad es también la fiesta del encuentro, del respeto a la diversidad. De la tolerancia. La Biblia afirma que en aquel pesebre confluyeron personas de toda clase social y económica. El nacimiento de un niño, que siempre significará el triunfo maravilloso de la vida, juntó, en torno a él, a personalidades heterogéneas y disímiles: pastores, reyes, ángeles. Todos ellos alrededor de un establo. Es un cuadro maravilloso de armonía y equilibrio en medio de la diversidad, el cosmos y la ecología. Es el triunfo de la vida por el poder del amor.
Que estas pequeñas reflexiones nos ayuden a tomar decisiones ahora.
Que esta Navidad, reviva en usted y su familia, la esperanza de un mañana mejor.