Cierta vez un Grupo de Oración fue a visitar al sacerdote de la parroquia con fines de potencializar su apostolado. Luego de algunas conversaciones el líder del grupo manifestó:
-Padre, le comento que estamos de fiesta. Hemos recibido una nueva efusión del Espíritu Santo y queremos compartirlo con usted. Permítanos orar para que usted también lo reciba.
El Padre comentó:
-A ver si entiendo, ustedes quieren orar por mí, para que reciba el Espíritu Santo. ¿Es eso?
-Así es Padre, todos necesitamos de Él.
-A ver -continuó el Padre con rostro circunspecto-, ¿ustedes no saben que soy bautizado y confirmado y que allí ya recibí el Espíritu Santo? ¿Se les olvida que soy sacerdote, para gloria de Dios, y que tengo el sacramento del Orden, y, por tanto, yo sí puedo hablar con autoridad de recepción y donación del Espíritu Santo?
El grupo calló. Luego de unos momentos el líder continuó:
-Sabemos Padre que usted tiene el Espíritu Santo, sólo le pedimos que nos permita orar… para que se le note.
Cuando alguien lleva a Dios en su corazón simplemente se le nota.
¿Cómo sabe una mujer que está grávida o embarazada?, pues porque su vientre se abulta y su corporeidad sufre profundas modificaciones. Ella lleva otra vida
dentro, y eso lo cambia todo. Su vida es completamente diferente.
¿Usted dice tener a Dios en su vida, y no se le nota? ¿No ha variado y mejorado su estilo de vida? ¿No es un mejor ser humano todavía? ¿No se ha vuelto más tolerante, más solidario y amable? ¿No se ha dado cuenta que debe amar, ayudar y servir a los demás?
Cuidado. O somos o no somos. No hay medias tintas. El seguimiento al Dios de Jesús debe necesariamente traducirse en una vida de luz, de esperanza y de alegría. Las obras positivas prueban la presencia del Amor en nuestra vida. Si todavía no ha recibido a Dios en su corazón puede escribirnos ahora. Le ayudaremos. Él puede liberarlo de la esclavitud de una vida gris, y sacar a flote lo mejor que lleva usted dentro de sí mismo.